Valentina transmite absoluta felicidad, para todos siempre tiene una sonrisa; está muy enamorada de su novio y vive en su mundo de cristal sin imaginar que, ese cuento de hadas es sólo una farsa: su gran boda soñada sólo será el principio de un intenso sufrimiento que logrará darle a su vida un giro de 360 grados.
Es una mujer generosa y cree que todas las personas a su alrededor lo son también pero, tiene un enemigo que la asecha y de quién ella ni sospecha. En una discusión con su novio Valentina saca a relucir un carácter que tiene bastante escondido, y lo cual aterra a su prometido porque empieza a darse cuenta que aquella mujer no es tan tonta como él lo ha creído. Esto fue sólo el comienzo, pues al llegar el anhelado día de su boda, Valentina es plantada en el altar y sufre una terrible decepción; culpa a Dios por permitir que ella pase por ese gran sufrimiento y decide alejarse de él y de su familia y, se refugia en la hacienda de sus padres: “Los Cascabeles”, un lugar aislado y lejos de la ciudad.
Su corazón parece de piedra y ha creado una barrera que ninguna persona puede traspasar, ya no queda nada de aquella mujer dulce y enamoradiza de antes. Ahora, para la gente del pueblo es una víbora que tiene el poder y el dinero suficiente para hacer lo que se le venga en gana o, al menos, eso es lo que ella quiere que todos crean; se ha dado cuenta que nacer en una familia acomodada no le ha dado la verdadera felicidad pero, sí el respeto y temor de la gente del pueblo.
Valentina conoce a José Miguel Montesinos, su vecino y quién, aparentemente, parece no simpatizarle por creer que es un aprovechado. Pero, él la ve con otros ojos: desde su primer encuentro, su belleza y carácter llaman su atención, aunque ella manifiesta no tener ningún interés en él.
Su relación inicia con desacuerdos por intereses propios respecto a sus haciendas; peleas y discusiones todo el tiempo. Él alega que ella tiene una actitud muy soberbia y, ella que él es un oportunista. Pero, el destino los pone en situaciones que los va acercando más y, ambos empiezan a compartir un mismo sentimiento, aunque ella lo disfraza de indiferencia y jura que nunca volverá a amar; es lógico, tiene miedo de volver a sufrir un desengaño.
Sin embargo, mientras José Miguel intenta acercarse más a ella, Valentina sigue librando una batalla interna entre su corazón y su orgullo que parece no tener fin. Sufre al aceptar que se ha enamorado de verdad, pues aquel hombre que tanto la lastimó ya no queda ni su recuerdo. Pero, aquella lucha es ganada por un fuerte sentimiento que supera su mayor miedo y, cuando José Miguel se da por vencido, es ella la que le confiesa su amor.
José Miguel ha sido el hombre que ha curado las heridas que Alonso dejó en Valentina pero, la realidad es que ella nunca quiso a su prometido; sólo estaba enamorada del amor y, su rabia se debía a su engaño y al ridículo que pasó plantada frente a su familia y amigos. Él había pisoteado sus ilusiones y le dejó la moral por el piso, es por eso que no tuvo otra que construir una coraza para evitar que alguien más la lastimara y, de esta manera, actuaba siempre a la defensiva. Daba la impresión que odiaba a todo el mundo y no quería que nadie la viera sufriendo; la única persona que supo desde el inicio que sólo aparentaba ser fuerte pero, dentro de su corazón llevaba dolor, fue José Miguel. Ciertamente, ella se enamoró de él desde el primer momento que lo vio, pese a que su orgullo le impedía aceptarlo.
Su noviazgo va a un ritmo un poco acelerado, pues al llevar tan sólo semanas juntos consuman su amor y, éste es tan fuerte que deciden casarse; están tan felices que se sienten listos para compartir su vida. Sin embargo y, pese a que Valentina está dispuesta a todo por el amor de José Miguel, su prima y la madre de él intentan a toda costa separarlos creando entre ellos desconfianza y malos entendidos. En su ingenuidad caen en la trampa creyendo en sus mentiras, desconfiando entre sí, y aunque sufren el uno por el otro ninguno da el brazo a torcer para aclarar la situación en la que se vieron envueltos creando, así, un abismo mayor entre ellos.
Valentina al fin tomó consciencia de que los demás no eran culpables de su sufrimiento y, no tenía por qué volver a ser la mujer soberbia y altanera para ocultar su verdadera personalidad; sufría, claro que sí, pero ahora de otra manera: el verdadero amor la había hecho madurar. Siguió siendo una mujer buena e incapaz de lastimar, incluso a la culpable de todas sus desdichas: su envidiosa prima. Y, anteponiendo su propia felicidad, le deja el camino libre con el hombre que tanto ama, aunque eso signifique volver a sufrir y, aún sabiendo que ella misma es la dueña de su amor.
Y como todo final de telenovela, las mentiras se descubren. Valentina y José Miguel se reencuentran, y su amor se ha fortalecido y traspasado sentimientos de odio, envidia, mentiras y malos entendidos para tener una vida juntos llena de amor, formando una hermosa familia con sus dos pequeños hijos que conciben después de jurarse amor antes los ojos de Dios.
Esto es sólo la muestra de que el verdadero amor traspasa todas las adversidades, y en vez de destruirse por chismes o malos entendidos, se hace más fuerte y a prueba de todo para así alcanzar la felicidad tan anhelada.